La Organización Mundial del Comercio Justo estableció diez principios que las organizaciones que están certificadas con el sello de comercio justo deben aplicar para mejorar la calidad de vida no solo de los productores sino de la comunidad; extender el acceso a los diferentes mercados, promover prácticas de desarrollo, generar una relación comunicativa entre los actores de la cadena de valor, crear y fomentar campañas de buenas prácticas comerciales, transparencia y en cada uno de estos principios se vean reflejado los derechos humanos, protegiendo los niños, defendiendo igualdad de género y la libertad de asociación.
En esta misma línea es vital; agua limpia y saneamiento, energía asequible y no contaminante, además del desarrollo de capacidades. Fruto de estos principios hay una mejora en la disponibilidad de los servicios públicos además de promover el aumento de la capacidad productiva de las asociaciones y comunidades locales.
Su implementación responde positivamente a las relaciones sociales económicas y políticas de las comunidades rurales agrícolas de café, cacao, banano y los beneficios se ven reflejados en las primas anuales que reciben los pequeños productores, primas que invierten en educación, mejoramiento de infraestructura comunitaria, mejoramiento de vías que conectan las veredas con la cabecera municipal, a fin de que la logística de transporte de los productos sea más asequible y se reduzcan los costos.
La iniciativa colombiana tiene como base una relación de intercambio comercial, establecida en el diálogo, la transparencia y el respeto, que conlleve a la igualdad en el comercio internacional. Gracias a las prácticas del comercio cada vez son más las organizaciones que adoptan el modelo económico solidario como forma de vida.
Por un comercio justo, solidario con democracia y participación